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Diez libros que la censura no quiso que leyéramos

En los años de la dictadura franquista Juan Marsé escribió Si te dicen que caí (1973) "convencido de que no se iba a publicar jamás". De ninguna manera habría superado el examen de la censura y, de hecho, no se pudo publicar en España hasta la muerte de Franco. Lo mismo ocurrió con Cambio de piel (1967), de Carlos Fuentes, ganadora del Premio Biblioteca Breve y prohibida por "pornográfica, antirreligiosa, comunistoide, projudía y antialemana" o Juan sin Tierra (1975), de Juan Goytisolo, inmediatamente prohibida en cuanto fue publicada.

La dictadura española no fue la única en prohibir la publicación de libros. En Argentina Julio Cortázar vio cómo el régimen militar censuraba su selección de cuentos Alguien que anda por ahí (1977). El régimen dictatorial instaurado por Jorge Ubico prohibió El señor presidente (1946) de Miguel Ángel Asturias, que se mantuvo inédita durante trece años en el cajón del premio Nobel.

Rubem Fonseca vio cómo su libro Feliz año nuevo (1976) empezaba a correr como la pólvora en ediciones pirata por Brasil cuando fue retirado de las librerías por el entonces ministro de Justicia. Todo el mundo quería saber qué había molestado a los censores en ese libro de cuentos.

La primera novela de Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros (1963 fue quemada públicamente en Perú y mutilada en su versión rusa "por razones morales". En España ganó el Premio Biblioteca Breve y solo la tenacidad de su editor, Carlos Barral, y el empeño de José María Valverde, lograron subvertir la condena del censor, que encontraba la novela "repelente en general y en todo se refiere casi siempre, además de la inmoralidad general, a la mariconería, y con ello decimos todo".

Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo, publicada en México, no se pudo distribuir en España hasta quince años después de su publicación. También desde México, adonde se exilió, Max Aub vio cómo su novela La calle de Valverde (1961) fue denegada en España y solo ocho años después se permitió una versión purgada por las tijeras moralistas de la censura.

Por último, es emblemático el caso de La forja de un rebelde (1946) de Arturo Barea. Es seguramente la gran novela de la guerra civil española y tuvo que ser publicada primero por la editorial inglesa Faber & Faber, y solo clandestinamente pudo circular por la España franquista, hasta ver la luz en 1977, en plena transición democrática.